miércoles, 23 de marzo de 2016

A dos metros bajo tierra








Mi primer contacto con la muerte apenas tuvo trascendencia en mi vida. Mi abuelo paterno murió cuando yo era muy pequeña aun ignorante de fino hilo que separa la vida de la muerte. Totalmente sumida en mi propio universo interior que se estaba desarrollando por momentos. Después nos dejarían mi abuelo materno y mi abuela paterna. Muy poco tiempo después, casi sin que hubiera desarrollado aun la capacidad para procesarlo. Tan solo fui consciente del dolor de mi madre, que paso varios días sin hablar sentada en el sillón y pensando que no había llegado a tiempo para poder despedirse y que el siempre la estaría esperando estuviera donde estuviera. Recuerdo detalles sueltos de ambos. Me acuerdo de la casa de mi abuela y de su curiosa forma de guardar regalos en las cajas de galletas y de la campanilla que me regalo mi abuelo una vez que vino de visita de Barcelona. Cuando era pequeña un día soñé con ellos y fue en ese preciso momento cuando me di cuenta de que eran personas que no había podido conocer y que ahora en ese instante se perderían para siempre entre mis recuerdos. Y me dio miedo, me dio mucho miedo que las personas pudiéramos ser eso. Solo recuerdos.
Como todos crecí pensando que la muerte es cosa de la edad, que es un contrato que firmas después de haber vivido una vida plena. Algo con lo que tienes que lidiar cuando la vejez llama a tu puerta.
Pero después en el instituto vi irse dos personas, evaporarse ante mis ojos y sin previo aviso. Un chico y una chica muy jóvenes, con ganas de vivir, con muchos sueños, esperanzas y metas incompletas. Con un montón de seres queridos que les llorarían por su modo inesperado de marcharse sin poder despedirse del todo. Personas que vivirían para siempre en su adolescencia, que merecían  mucho mas, muchísimo mas.
Y entonces me di cuenta de la putada que es la vida y de que es nuestra única pertenencia, lo único que realmente poseemos. Lo único que debe importarnos. Porque nuestras vidas, nuestros sueños y nuestros anhelos pasan desapercibidos bajo una tierra que vive a costa de consumir causas ajenas y se nutre tan solo de indiferencia y de vez en cuando de lluvia hecha de recuerdos ajenos.
Llevo meses viendo una serie de televisión que me ha recordado todo esto. Una serie hecha de delicada poesía visual que recuerdas muchos días después de haberla visionado. Que  aunque este hecha de fotogramas parece que fuera de papel porque cuando la recuerdas no solo te vienen a la mente imágenes sino olores, sensaciones, ideas.
En un principio es una historia ajena a cualquiera de nosotros. Una familia que vive en una funeraria, la muerte del padre que los vuelve a unir a todos. Ruth Fisher,  la madre sobre protectora con accesos de demencia donde libera todo lo que ha estado ocultando a lo largo de tantos años. La mujer cálida y dulce que cuida de su familia y tiene miedo a la soledad. La niña que tuvo que cuidar a la tía tullida y paso la vida entre el olor a lejía y desinfectante, esperando que un día su realidad cambiara. Pero toda posibilidad de cambio acabo demasiado pronto  con el marido y los hijos. Y la vida volvió a escaparse de nuevo por la ventana como acostumbraba. Sin embargo amo mas que a su vida a cada una de las personas que formaron parte de su realidad.
David Fisher, el hijo perfeccionista que no acepta su propia imperfección pero que capitulo tras capitulo nos demuestra que es capaz de sentir a través de otros, de vivir a través de ojos que ya se han apagado y de mentes donde el vació se ha convertido en el único dueño. David, que descubre a sus demonios para poder mirarse en el espejo y ver la persona que es, sin mas añadidos. Alguien que se cuestiona minuto tras minuto, que no se conforma con esconderse de los demás aunque ese sea el primer refugio que habita. Una persona que a fuerza de preguntarse lo que busca acaba encontrándolo en el sitio mas inesperado: su propio corazón. Porque David es el corazón de la serie. Palpita y lo puedes oir cada segundo, a veces se queda en silencio, a veces se precipita. Pero siempre sigue palpitando aunque a el mismo le cueste escuchar su propia melodía. Aunque esta llene de ruido la sala.
Se me ha olvidado comentar que cada capitulo comienza con una muerte de un personaje cualquiera magistralmente narrada que une su vida anterior a la vida presente de nuestros protagonistas. Por eso para ellos a veces es imposible establecer la linea que los separe de esos que deben convertir en un buen recuerdo para sus familiares.
A veces llegan historias, carencias, dramas que les absorben y se ven reflejados en otros rostros, en otras vidas.
También tenemos a Claire. Es dificil no crecer con Claire, yo misma me he sentido capitulo tras capitulo como ella. La chica rara y excéntrica del instituto. La que no encaja ni quiere encajar pero intenta todos los trucos que conoce para encontrar su lugar en el mundo. Para descubrir mas tarde que no ahi un lugar determinado para cada uno en el mundo, que el mundo nos pertenece. Con toda su amplitud. Y tal vez lo único que debamos hacer es pertenecernos a nosotros mismos después de llevar en la piel suficientes nombres tatuados. Es difícil no sentirse como Claire, tan perdida y aterrada, tan llena de energía y de vida. Probandolo todo para saber lo que busca, atrapada en la imagen que tienen los demás de si misma y la que ella misma debe concebir. Crecemos con Claire porque todos hemos sido esos niños rebeldes que no saben lo que buscan o hacia donde van, porque algunos los seguimos siendo pero hemos aceptado que un día el coche verde lima en el que están pegados nuestros recuerdos sera solo chatarra, Y entonces nos romperemos irremediablemente y tendremos que seguir caminando con todo eso que hemos aprendido a lo largo de los años. Aunque la vida sea una fotografía que ya hemos vivido pero nos llene de placer contemplarla a pesar de saber que es solo papel y memoria. Simples deshechos.
Brenda ,que colisiona con la vida de todos los demás arrastrando sus propios demonios y traumas. Con su propia historia a cuestas , de la que solo se separara una vez que la felicidad le de un ultimátum y le exija pagar el precio necesario para poder seguir viviendo. No una vida dibujada por los padres o por los psicólogos. Una vida que valga la pena vivir  por uno mismo.
Y el mejor personaje, al menos para mi, Nate Fisher. Podría hablar tanto de Nate. Nate que quería ser diferente a su padre, que lucha contra su destino y no sabe que a veces es la fatalidad la que nos guía. Pero no por ello debemos de tirar la toalla, no por ello debemos de dejar de luchar, se seguir oponiendonos a este huracán que se llama vida y que planea derribarnos con un simple soplo de viento. Nate es un luchador que se aferra a la vida. Que ama a la vida con todas sus letras. En mayúsculas y en cursiva, con luces incandescentes y tambien con tinta oscura. Porque Nate no se conforma con vivir, Nate quiere hacer de cada instante ese momento de felicidad efímera que valga todas las desdichas. Y a veces lo busca en la sonrisa de una mujer,  la risa de su madre o la mirada confusa de su hermano. Pero como todos los demás tambien tiene miedo.
Tiene miedo de ese que aparece sin previo aviso arrebatándonos lo que mas queremos, sin una carta de disculpa sobre la mesa. Sin mas presencia que la desolación.
Personajes comunes que se sienten, que transpiran bajo cualquier piel. Personajes que se hacen cercanos capitulo a capitulo. Una familia con la que reímos y lloramos, con la que comprendemos lo que es la esperanza y la pena. Una familia que se convierte  tambien en nuestra familia ,aunque solo sean seres de cartón. Pero son tan cercanos después de cinco temporadas que su dolor puede ser nuestro dolor.


Cada capitulo nos dice lo mismo. Ahí esta, eso es todo lo que tienes. La vida. Y sabes que un día te sera arrebatada. Que todos morimos aunque creas que eres especial y diferente. Aunque hallas creado tu propia existencia y con tu muerte tambien mueran todas las cosas conocidas a las que has dado forma al parpadear.
La vida es una putada que la muerte reafirma y se lleva a niños recién nacidos, a jubilados, a personas que se fueron un fin de semana de excursión buscando paz y tranquilidad, a asesinos en serie y tambien a personas bondadosas y dulces que se sacrifican por los demás.
Puedes morir solo sin haber conocido al amor de tu vida o justo el minuto después de haber dado con el. Puedes tener una muerte violenta y dolorosa o morir rodeado de las personas que quieres cuando sabes que las has dado toda la felicidad que podías ofrecer. Puedes morir masturbándote en una habitación de hotel mientras pones el móvil en silencio pensando en tu canción favorita o ser asesinado por un grupo radical de cualquier secta. Puedes crear otra vida con tu muerte y ser recordado como un héroe o tener como ultimo contacto de llamada a una persona para la que ya no representas nada. Sea como sea, llegara sin previo aviso. No te va a pedir que estés preparado.
Y no ahí mas. La muerte nos arrastra a todos, nos consume a todos. Nos atrapa a todos.


Esta serie no es una serie, debería ser la historia de cada vida. Porque eso es lo que nos narra.
Y no podemos hacer nada mas que sonreír y atesorar en una cajita nuestros recuerdos mas valiosos para revivirlos en los días tristes y darnos calor. Hacer de una risa o de un silencio la banda sonora que deseemos oír cada minuto de nuestra vida.
No podemos hacer otra cosa que no sea vivir intensamente cada instante, haciendo lo que sentimos, queriendo a los que queremos y siendo quienes queremos ser.


Porque al final de esta escalera solo esta el vació y el silencio. La soledad y el llanto de los que aun no se han ido.


Están es nuestra vida, nuestra única vida y debemos luchar por ella. Con uñas y dientes si hace falta. Contra todo y contra todos los que intenten robarnos la alegría, la esperanza y la fe.






Eso es lo que dice esta gran serie. Que la felicidad es esa cosa efímera que atrapamos con las manos y debemos dejar fluir después. Pero en esa sensación, en ese instante de dicha pletórica, de alegría desorbitante debemos buscar un hueco para existir para siempre.
Aun cuando la existencia intente robarnos los motivos.



Esta es una serie que debería ser visionada por todo el mundo. Representa todas las pruebas dolorosas, fatídicas, todos los momentos bellos, precisos y esperanzadores a los que nos someterá la vida.






Si, la vida es una putada pero merece la pena vivirla.


Estamos solos en esta estación pero mientras esperamos intentemos divertirnos y no nos conformemos con eso, intentemos vivir. Pero vivir con todas sus consecuencias, sabiendo que la vida es ese amante al que nos entregamos por completo y que al final nos destroza pero aceptando la dicha de ese instante y sumergiéndonos en el.



Para siempre.




Podría decir muchas cosas del final de esta obra maestra. Es un final perfecto, nadie podría haber hecho otro final mejor. La canción, las imágenes que se van sucediendo una tras otra, lo que nos muestra. Las sensaciones que nos transmite.



Estamos viendo nuestra propia vida. La estamos viendo desarrollarse ante nuestros ojos y sabemos que no ahí nada mas.




Que algún día todos nos dejaremos ir. Que dejaremos de ser poesía, movimiento, color.




Pero habrá valido la pena. Porque seguiremos siéndolo para otro
Lo habremos sido para alguien.
Porque lo importante son las veces que chocamos con otro y le dejamos impresa nuestra saliva , nuestros miedos y nuestros sueños.
Porque no somos mas que huellas en la arena que se desintegran con el choque de las olas pero que a fuerza de alimentarlas tambien son especiales y únicas pese a su origen común.
Irrepetibles y autenticas.




Hacia mucho tiempo que una serie no me hacia sentir tantas cosas. Que no me hacia ser tantas cosas.



Gracias Alan Ball.






Ahí cosas que me llegan al corazón. Esta es una de ellas.

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