miércoles, 16 de septiembre de 2015

Se llamaba Adele





Concibió aquel relato de una manera repentina y desganada como un medio de entretenimiento mientras duraba aquel viaje en tren.
En casa le esperaba Peter que seguramente ya habría dejado a sus dos hijas en el colegio y estaría viendo el noticiario en la televisión.
Siempre había sido así desde que se conocieron. El necesitaba hechos para hacer su existencia mas cómoda, ella se había alejado de toda aquella parafernalia y se había refugiado en las ideas que surgían en su mente para dar rienda suelta a los caprichos de su imaginación.
Se había vuelto un poco dependiente de los personajes de sus libros y aquello era algo confirmado pero justamente en aquel que tenia como fin ser un simple relato intento desligarse un poco de las desventuras de sus caracteres.
No le salio como había pensado. Cuando llevaba una hora de viaje comenzó a sentir aprehensión por aquella mujer que veía como la rutina de su vida se veía completamente cambiada y debía inventar un montón de pretextos inútiles para intentar convencer a su familia de que aquello era solo temporal.
Le cogió tantísimo cariño a Adele que cuando se apeaba en el tren con sus dos hijas le pareció verse así misma y a sus pequeñas marchar hacia un destino incierto.
No sabia porque había comenzado a escribir sobre el holocausto, buscaba un tema social desde hacia días pero nunca había tenido ese en mente. Sin embargo cuando le fue dando pinceladas al personaje de Adele sabia que se hallaba ante una buena historia.
Tanto se ensimismo en los destinos de aquellos seres de papel que cuando el tren paro tuvo que avisarla el revisor de que había llegado a su estación.
Peter la recibió algo preocupado. Aquello no era normal en el. Su cara por lo general jovial y fresca tenia ahora un aspecto un tanto taciturno que se había desplegado en forma de pequeñas arrugas que surcaban su frente , fruto inequívoco de haber estado frunciendo el ceño horas antes.
Por el camino le explico que debían sacar a las niñas rápidamente de la escuela y irse a otro lugar. Se avecinaban grandes cambios.
Su primera reacción fue de sorpresa y asombro. Hasta ahora había llevado una vida tranquila y pacifica. Tenia un trabajo estable, una familia que la quería. No entendía porque toda aquella rutina ahora se veía amenazada por una presencia exterior.
La guerra, dijo Peter, se acerca la guerra.
Sabia de primera mano el miedo que habían pasado Anette y Jeanne abrazadas al abrigo raído de Adele mientras el SS las iba identificando. ¿ Iba a ser esa una ruptura definitiva? ¿ Nunca iba a volver a encontrar esos dos pedazos de si misma que tanto dependían de su entereza?. Mientras el hombre iba destinando pabellones pensaba en la guerra, en lo absurdo de la guerra.
Que separa familias y hiere a los seres humanos sin mas destino que el juego de poder de otros que nunca encontraran en las lagrimas ajenas el sabor de las propias.
Se veía así misma como Adele aferrando a sus dos hijas mientras el automóvil de aquel hombre avanzaba sobre el asfalto. Al principio todo había ido bien, Peter lo tenia todo planificado para sacarlas del pais. Pero luego comenzaron las dudas, los infortunios... La guerra había comenzado antes de lo previsto y una bala había alcanzado a Peter mientras volvía de casa con los pasaportes falsos. Para conseguir esos pasaportes habían tenido que poner en venta la casa y todos sus bienes importantes. Habían tenido que sacrificar todo lo que hasta entonces había sido hogar y seguridad.
Sintió un puñetazo en el estomago que le atravesó la espina dorsal y le cubrió de escarcha la espalda con la misma intensidad que la caída de Adele al suelo cuando veía marcharse a sus dos hijas al pabellón de los niños y sentía que el mundo se desplomaba ante sus pies.
Había llorado con Adele, la había sentido como una hija cercana a la que veía padecer todas sus penas en silencio sin posibilidad de consuelo.
Por aquel entonces no sabia porque aquella historia tan remota le había dolido tanto.
Para conseguir un nuevo pasaporte tuvo que empezar a prostituirse.
El primer cliente fue el hombre que le había vendido a su marido los pasaportes. Ella lo conocía de las veces que habían quedado con el para hablar de los tramites del viaje. Esta vez no podía concederle ningún pasaporte, viajarían en su camión pero el dinero de su marido había sido invertido y por tanto para conseguir tres plazas necesitaba trabajar duro.
Aquel hombre posiblemente había sido un hombre común. De esos que te sirven el desayuno en la cafetería o de los que trabajan en el campo y llegan a sus casas doblegados por los esfuerzos de la naturaleza.
Pero la guerra había destrozado a los hombres y a las mujeres y los había despojado de su falsa bondad para mostrar sus instintos mas bajos y ocultos, sus perversiones mas secretas.
Aquel podía haber sido un buen hombre si la realidad no le hubiera mostrado su verdadera naturaleza.
Pensaba en ello. Pensaba en Adele mientras aquel hombre se abalanzaba sobre ella y le dejaba en la nuca aquella fragancia a tierra mojada y a humedad.
No quería recordar todas las veces en las que tuvo que dejar su cerebro apagado mientras su cuerpo iba recibiendo una sacudida tras otra, una descarga de pasion a la que ya no tenia el poder de hacer frente.
Seguía pensando en Adele sola en el pabellón mientras aquel SS la miraba con lascivia y le proponía un trato. Pasaría algunas horas del día con ella y de ese modo le haría llegar sus cartas a sus pequeñas y el le traería recuerdos de ellas. Al principio fueron  jirones de tela, luego mechones, alguna cadena. Llego a creer que lo que aquel hombre le ofrecía no concordaba con lo que llevaban puesta sus hijas cuando las dejo marchar. Llego a pensar que dormía abrazada a los restos de algún cadáver extraño pero a veces el único modo de sobrevivir es creer en las mentiras que nosotros mismos creamos.
Eso le paso a ella cuando se apeo en aquel camión escondida en la parte trasera con sus hijas.
Las pobres no habrían sobrevivido mas en aquella casa en ruinas donde vivian desde que su marido murió. Y en aquel ambiente cada vez aparecían personas mas sospechosas que amenazaban a lo único que la guerra todavía no les había robado: su inocencia.


¿Como una persona común puede perderlo todo y ser destrozada por la guerra?
Con ese pretexto comenzó la novela. Lo único que desconocía es que cada linea se convertiría en un pasaje de su vida.
Tuvieron que bajar rápidamente del coche que solo los llevaba hasta la frontera. Para poder pasar la frontera debían escabullirse entre un camino de tierra que estaba por debajo de las alambradas. Para ello debían primero huir de las balas de los oficiales que debían estar a alerta de su entrada.
La pequeña Camille no lo resistió y cuando la carrera comenzó la avalancha ingente de cuerpos hizo que en un momento se viera separada de su madre y de su hermana. Aquel crucial momento basto para que fuera aplastada y quedara sepultada en aquella mole de sueños frustrados y esperanzas tardías que habían sido alcanzados por las balas.
Los tiros habían comenzado antes de tiempo pero no tuvo tiempo a pensar, su cuerpo solo tenia un cometido. Correr, correr, correr.
Ni siquiera se dio cuenta de la falta de Camille, estaba exhausta, completamente ida.
Justo cuando había traspasado la valla con Elena bajo el brazo un soldado la alcanzo y le apunto con una escopeta en la sien.
-Señora le exijo que retroceda.
-No puedo, murmuro ella
Y callo desfallecida a sus pies.
Se levanto mas tarde en una camilla cochambrosa, atendida por una mujer extraña en un lugar desconocido.
-Necesito su nombre y sus datos para poder repatriarla señorita.
-Adele, me llamo Adele. Digale al SS que necesito saber algo nuevo sobre mis hijas.


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