lunes, 29 de diciembre de 2014

Hacerle la guerra a la vida sonriendo.

Me he dado cuenta que nunca hablo de las sonrisas.
Esas que tienen la fuerza de iluminar un día lluvioso, esas a las que te agarras como a un faro y que te hacen saber que por temible que sea el naufragio que hayas sufrido puedes llegar a buen puerto.
Las personas que amo y las que he amado tienen esas sonrisas. Sonrisas rotas, sonrisas torcidas, sonrisas huidizas pero siempre sonrisas a las que uno puede aferrarse para que como hormigas le suban por la comisura de los labios una mañana gris.
Me he dado cuenta que en este mundo lo natural es la lagrima, el dolor, el desamparo.
Hemos sufrido tantas guerras que nadie se sorprende al ver a alguien llorando o desconsolado en cualquier esquina.
Sin embargo no sabemos que hacer con las sonrisas, que hacer con la alegría, donde esconder la felicidad instantánea, en que tarro guardarla para que no se caduque y nos dure muchos años.
Me he propuesto sonreír mas, en un gesto tan pequeño esta concentrada toda una serie de milagros que pueden salvarnos.




Porque lo malo se graba a fuego lento pero lo bueno tiene luces que son capaces de iluminar la región mas oscura del cuerpo. La parte mas tenebrosa de la mente.


Y debemos dejar que solo ese tipo de luz bañe y de color a nuestro cuerpo, que ilumine nuestro modo de vivir la vida, que insufle su energía en nuestro pecho.

Por eso he decidido hacerle la guerra a la vida a partir de hoy.


Y lo haré sonriendo.

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