jueves, 11 de julio de 2013

La otra dimensión




Mientras la chica le hacia una paja , intento intuir los contornos que se dibujaban imprecisos en la cortina pero no consiguió ver lo que sucedía fuera del cuarto y a todas luces eso era claramente mejor.
No necesitaba salir y compartir una cerveza con su jefe y con su mujer para saber como ascendía la mano de este por su espalda, jugueteando, claro esta no podía culpar a Karin.
Tampoco podía culparse así mismo.
Ambos habían aceptado hace tiempo que esa era la única forma de ascender socialmente que la vida les había deparado.
Se fijo por primera vez en la cara de la chica que estaba con el. Debía tener unos dieciséis años, era una locura, podria ser una de sus hijas. Pero saber aquello le producía una especie de placer y asco que compaginaba a partes iguales. Aquellos momentos instantáneos con jovencitas que querían aspirar a ser la secretaria de una gran empresa; eran los únicos momentos donde blanquear dinero cobraba algun sentido.
De repente algo lo alejo de sus pensamientos.
La chica paro rápidamente, provocando en el un tremendo fastidio
-¿Que es eso?- pregunto, dirigiéndose a un objeto que había sobre su mesita.
-Es una cámara de fotos de mentira para niños. Pones el ojo el la mira , pulsas un botón y va cambiando varias fotos que tiene insertas. Es  de  la mas pequeña y la verdad es que no tengo ni idea de que hace aquí.
-Vaya raritas están hechas tus hijas, para que ver mentiras cuando podrían tener una cámara nueva con la que retratar lo que observan. Tanta pasta y tan poco cerebro.


Sin saber porque aquel comentario activo en el una ira insostenible, echo a la chica del cuarto y se tumbo sobre la cama. Unas lagrimas empezaron a caer de sus mejillas. No sabia porque pero aquel juguete había evocado en el recuerdos que creía olvidados. Pero lo doloroso no era aquello, lo doloroso era saber que aquellos recuerdos no le pertenecían a su yo de ahora. Que eran de alguien que tenia su mismo aspecto físico y su mismo semblante, que los había visto con sus ojos pero que pertenecían a otra dimensión. Tal vez su yo de ahora no pudiera atribuirse el recuerdo como propio porque formaba parte de una dimensión diferente a la que habitaba ahora.

De pronto recordó como se había maravillado cuando el y Karin lo encontraron en el desguace.
Eran pobres como ratas pero no les importaba porque estaban juntos. Tan solo eran unos niños que desconocían que solo se llega al éxito con el trabajo duro y el esfuerzo. Se habían marchado de casa para explorar en los alrededores, buscando un tesoro escondido. Nada parecía llamarles la atención hasta que se toparon con aquel catalejo.
Habían visto y oído a niños en la escuela hablar de el y se habían quedado maravillados.
Según decían era un objeto que te permitía ver la realidad nítida y segura, con el podías acceder a cualquier parcela del mundo, lo ampliaba todo. Lo descubría todo.
Lo cogieron rápidamente y se dispusieron a mirar a través de el para ver con certeza todo lo que hasta entonces les había estado prohibido. Todo lo que no era accesible para ellos.
Miraron el cielo, los arboles, a las personas e incluso se miraron así mismos.
Creían que si se esforzaban mucho en mirar podrían ver el alma de las cosas pero los cristales del catalejo estaban rotos y pegados uno encima de otros y solo obtenían una visión distorsionada de la realidad.
Cualquier niño se habría desilusionado y lo habría abandonado en un rincón pero a ellos les fascino mas que cualquier otro objeto o deseo que tuvieran.
Ver las cosas resquebrajadas les parecía verlas completamente en su esencia.
Aquel día se dio cuenta de que podría compartir su descubrimiento con pocas personas y de que Karin era una de las únicas que comprenderían lo hermoso y fascinante de su hallazgo.
También se dio cuenta de que el mero hecho de haberlo descubierto los separaba del resto de las personas.
Desde el mismo instante que asomaron sus ojos a aquella realidad descubrieron que era la realidad a la que siempre habían pertenecido y que por mucho que intentaran explicárselo a los demás, les separaban millares de distancia.
Desde aquel día no pudo separarse del objeto. Lo tuvo consigo cuando paso secundaria en aquel barrio marginal lleno de niños mugrientos y chatarra y también cuando obtuvo una beca y fue a la universidad.
Cuando ocuparon aquel pequeño piso en las afueras y lo contrataron en la empresa.

Cuando pasaron unos meses Karin y el se marcharon a otra casa. Lo remodelaron todo y el catalejo quedo olvidado. Ni siquiera lo recordarían en una conversación normal de no ser por la similitud que le había recordado el juguete de su hija.
Estuvo rumiando un rato con aquel pensamiento, planteándose como volver a aquella dimensión pero no obtuvo respuesta.
Habían pasado cuatro horas y la fiesta habría acabado. Recorrió la casa con paso lento y seguro y paso por el dormitorio de Karin.
Estaba dormida en la cama posiblemente con la ayuda de un frasco de pastillas que había sobre la mesita de noche.
Ver aquello le hizo fijarse en que un cajón estaba descolocado. Movió la mano para intentar cerrarlo y allí estaba el catalejo.
Le sorprendió que Karin hubiera estado guardándolo todos aquellos años y la propia certeza le hizo sentirse mas solo aun porque ahora su secreto estaba en manos de otra persona y ya no era suyo ni podría compartirlo nunca.
Era de la Karin de la otra dimensión, la Karin que tal vez continuaba viviendo a hurtadillas y escondida en ella.
Penso que si una parte de Karin no había abandonado aquel mundo, el tampoco podría hacerlo y cogió el objeto con la intención de volver a ver lo de antaño.
Pero cuando miro a través de el , descubrió una realidad nítida, pura,cristalina, ya no tenia sus matices y sus colores, aquellos cristales rotos que tantas figuras mágicas les habían creado.


Karin no había reparado el objeto, tal vez ni era el mismo, era un catalejo nuevo.



La otra dimensión los había abandonado y ahora estaban condenados a vivir en esta en la que habitaban aquellos seres que siempre se les habían antojado como comunes y de los que se reían  por no poseer su don.


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